domingo, octubre 29, 2006

Palabras de mi jardín (I)

La semilla (Tagore-El jardinero):

Me interrogan muy tristes tus ojos tratando de penetrar en mis sentimietos como hace la luna en los mares.
He desnudado mi vida ante ti sin ocultar cosa alguna ni quedarme con nada. Esta es la razón de que no me conozcas. Si no fuera más que una alhaja, me podrías partir en pedacitos y hacerte un collar. Si no fuera más que una bella y diminuta florecita me podrías arrancar para adornar tu cabeza. Pero, amor mío, ¿dónde se encuentran los límites de mi corazón?
Aunque seas mi emperatriz no conoces bien mi país. Si sólo se tratara de un instante de gozo, estallaría en una sorrisa espontánea y tú la verías y la entenderías al punto. Si sólo se tratase de una pena, se traduciría en un llanto amargo y verías lo más profundo de su secreto, aunque no dijese nada. Pero se trata del amor. Su pena y su gozo son ilimitados; una catarata inmensa de ansias y tesoros. Tu propia vida no está tan próxima a mí como lo está él, y, sin embargo, nunca llegarás a entenderlo plenamente.


El jardín:

Argamasa del Todo infinito, del Espíritu que anida en las entrañas, sustancia indefinible de la esencia, misterio encerrado en la dulce palabra universal del amor, ¿dónde encontrarás límites al mismo?, ¿cuándo acaba el tiempo de su influencia?, ¿qué recinto es capaz de encerrarlo?, ¿qué murallas refrenan su asalto?... ¡El Universo todo es su campo, nuestras almas sumideros insaciables!... ¡Su influjo eleva nuestros espíritus en unificada comunión!
Lumen divino, ese amor cegador; claro como el agua límpida... ¡Tan familiar, tan evidente, tan fuera de nuestro entendimiento!