jueves, noviembre 23, 2006

Cap.1. COSMOGONÍA (1ª parte) -De la obra "El parto de Dios"

1. COSMOGONÍA (1ª parte)

El "algo" primigenio, el vacío, la ausencia, la nada. En palabras grabadas en la pirámide: "Cuando el Cielo no había nacido, cuando la Tierra no había nacido, cuando los hombres no habían nacido..." Cuanto mayor y más abrumadora es esa "nada", más potente y extremo es el acto de creación.

El origen de la creación aparece en un punto de contacto entre lo finito y lo infinito: el mismo caos.

En el caos todo existe pero sin diferenciar, pura energía distribuida de manera uniforme. El mundo, sin embargo, es antientrópico, una oposición continua al caos. En palabras del rabino Bunam: "El universo siempre está inconcluso, tal y como empezó... necesita que las fuerzas creativas lo renueven sin cesar: si acaso éstas dejaran de actuar un solo segundo, el mundo volvería a su caos original".

La creación equivale a la anulación de ese caos. Los gnósticos consideran la creación como la ruptura de la unidad primigenia (el pleroma), fractura consecuencia del deseo perturbador. Y es que, gracias a un acto de voluntad que demuestra autoridad, la totalidad primigenia produce el espacio, el tiempo y la materia, cualidades características de la naturaleza de los seres creados.

El todo primigenio anterior a la escisión equivale a la concepción de un "tiempo anterior al tiempo", el cosmos referido constituido por una única y estable concentración energética.

La fuerza motriz de la creación es diferenciación, es la energía que proviene de la tensión entre los contrarios.

En el Nihongi japonés se dice: "En el principio, cielo y tierra no estaban separados, y el In y el Yo (el yin y el yang) no estaban divididos. Formaban una masa caótica semejante a un huevo, de límites imprecisos, repleta de gérmenes. La parte más pura y ligera se desgajó para dar al cielo, mientras que la parte más pesada y densa se depositaba formando la tierra".

En la creación definir algo es relacionarlo con su opuesto, con su negativo; el desorden se opone al orden, la mutación a la repetición, etc. La dualidad, pues, parece ser un concepto esencial.

Sin cambios, aunque sean extremadamente pequeños, no podríamos percibir la existencia de nada: la permanencia en la existencia es debida a las diferencias que se producen constantemente. La fuerza motriz es aquella diferenciación creativa proveniente del impulso original de la oposición entre algo y la nada.

El cristianismo místico de Jacob Boehme (1575-1624), se basa en la relación recíproca entre los contrarios: en su visión de Dios, las "tinieblas" poseen tanta importancia como la "luz". En el Ungrund primordial se contienen todas las posibilidades contradictorias: del interior de esta "eterna nada" surge una voluntad de existir, Dios tiene conciencia de sí mismo; su transmisión al Ungrund es el poder de automanifestación.

En la Aurora de Boehme se dice: "El Padre es el poder... y el Hijo es la luz y el esplendor del Padre, y el Espíritu Santo es la actividad o manifestación de los poderes del Padre y del Hijo, y todo lo que existe en este mundo son formas, estructuras e imágenes".

La conciliación de los contrarios es fundamental también en la cosmogonía hermética de Robert Fludd: forma y materia son los dos principios complementarios que intervienen en el proceso de la creación.

La creación no es únicamente cosmogónica sino también ontogénica: se refiere tanto al universo como a la aparición de todos los seres. El Génesis hebreo, el Enuma Elish babilónico, el Popol Vuh maya se ocupan de los aspectos cosmogónicos, pero también se interesan por el origen del ser, o sea del "como" al "por qué".

Palabras de mi jardín (VII)

La semilla ("El jardinero" -Tagore-):

Ese tesoro incontable no es tuyo, madre oscura, polvo resignado. Te afanas para dar de comer a tus hijos, pero no es suficiente con tu comida. Tu regalo de alegría nunca es perfecto. Das a tus hijos el juguete de la fragilidad... No puedes llenar nuestra insaciable esperanza... Pero no puedo abandonarte por eso.
No. Tu sonrisa, que el dolor oscurece, es muy grata a mis ojos. Tu amor es querido a mi alma. Nos has dado la vida, no la inmortalidad, y siempre andas con la mirada inquieta. Desde toda la eternidad has ido poniendo en tu cielo colores y canciones, pero eso es sólo una pobre esperanza, y sobre la belleza que has creado siempre flota la niebla de los llantos...
Ten, sin embargo, mis cantos para tu alma callada, mi amor para tu amor. Te agotaré con mi labor, pues he visto tu rostro amable, y te quiero, ¡triste polvo, madre tierra!


"Elegía a la materia"

El jardín (AAS):

¡Cuál será el misterio de la materia tan denostada!...
¿No reconocéis en vuestra sangre su pálpito? ¿No sentís ese amor por la madre a la que todo debéis?
Ella os dio todo su ser y como tal os hizo perecederos, temporales, indefinidos (ser o nada)... , pero metió en vosotros lo más importantes que tenéis: ¡la vida! Y hasta la belleza os hizo sentir... Madre, compañera de viaje, ¡acompañadnos, también, en nuestro destino!