jueves, julio 26, 2007

LA NATURALEZA DE LOS SERES (II)

LA NATURALEZA DE LOS SERES (II)

Esta es la forma cómo la Evolución cambia la naturaleza del ser. Cada ser tiene su sensibilidad, distinto bagaje de sentimientos; si cambiamos la naturaleza, este bagaje de sentimientos será distinto. Puesto que la información que vamos recibiendo a lo largo de nuestra vida va variando, así mismo, la sensibilidad (reflejo de nuestra naturaleza) también va cambiando. Los sentimientos -la sensibilidad- van siendo distintos sobre un "yo" que recuerda "aún" los sentimientos antiguos, pero que, ahora, ante una misma situación como la pasada ya no sentiría lo mismo. Hay un recuerdo de lo que se sintió en un tiempo pasado (el receptor del sentimiento está en el pasado, no en el presente). El presente (el yo actual) no puede captar ya ese sentimiento; éste ya sólo puede ser percibido a través del pasado; el presente lo conoce pero tan solo gracias a un recuerdo. El sentimiento referido es conocido por el presente, por el presente que significa la memoria actual. Por consiguiente, se conocen (ahora) en el presente muchas cosas que nuestra naturaleza actual (receptora) sería incapaz de asimilar en este preciso momento. Luego, nuestro mundo "presente" no es real, sino sólo nuestro propio mundo, que no coincide con la realidad objetiva exterior. Es decir, cada criatura tiene su propio mundo, construido a lo largo del tiempo sobre la realidad, que no coincide en un momento determinado con su realidad exterior.
Deducimos de todo esto que lo que "sienten" los seres vivos, la materia viva, mueve al "ser" en las direcciones positivas (de aumento de sensación gratificante) que marcan los sentimientos implementados -introspectivamente- en el universo (sería el principio teleológico -tan denostado- de la naturaleza).
En cuanto al autoconocimiento de la naturaleza propia, volvemos a transcribir lo que se dice en mi obra citada anteriormente, que nos está sirviendo de guía para desarrollar estos apartados. En la página 191 se dice: "Conviene que sepamos que nos conocemos a nosotros mismos a través de los demás; nadie puede observarse hacia su interior; para ver su interior debe ver fuera, para que los reflejos de nosotros mismos en lo exterior podamos captarlos, haciéndonos una idea de nosotros mismos. Consecuencia: somos como "ojos" que miran a través de una ventana; nosotros y todos los seres irradiamos al exterior, fuera de nosotros mismos, nunca hacia sí mismos; el reflejo de nuestros rayos fuera de la ventana, en su retroceso, nos hace ser conscientes de nosotros mismos, por ello, "sin lo otro" (lo externo) nunca seríamos conscientes de nuestro "ser", lo que equivaldría a que seríamos la nada.
En un mismo grupo de partículas materiales (véase un cuerpo humano) coexisten multitud de seres: unos, cada una de las células individuales que lo conforman; otro, el grupo de partículas en sí considerado como organismo, cual es el cuerpo, y otro más, la totalidad de la especie humana. El "sentimiento", es fácil concluir, lo tienen cada uno de estos seres, no la materia de la que están formados. Digamos, pues, que la materia física de que está compuesta la célula es como la conexión objetiva entre todos los seres que la habitan; la localización de dichos seres no es la que corresponde a la materia física de dicha célula, pues, dichos seres no tienen localización, propiedad que en último extremo no puede definirse para los mismos. El alma, por consiguiente, no tiene localización, aunque, verdaderamente, sí "la hace posible" un conjunto de células cuya materia física sí posee localización.
Sólo podemos afirmar que la materia de la que están constituidas las células físicas, es la "ventana" a través de la que "miran" los citados seres hacia el exterior de sí mismos. Ocurre que al desaparecer dichas células físicas, la ventana desaparece, con lo que dichos seres no pueden ver hacia afuera, por lo que no pueden verse a sí mismos, lo que equivale a la nada para el mundo externo. Sin embargo, todo aquello que se "observó" a través de la citada ventana a lo largo de la vida, ha ido construyendo la naturaleza del ser, por lo que, dichos seres, en cierto modo, ya son autocontenidos, es decir, tienen una cierta conciencia del propio ser.

lunes, julio 02, 2007

LA NATURALEZA DE LOS SERES (I)

LA NATURALEZA DE LOS SERES (I)
(De la obra "La alfombra mágica")

Volvemos a enunciar una nueva hipótesis de importancia singular: "La información transforma la naturaleza del observador".
Realmente es una ampliación de la tesis sostenida en los capítulos anteriores de que la naturaleza individual es construida por el propio individuo a través de sus acciones, pero llevada hasta el último extremo: "No sólo la mera información cambia al individuo (posible sujeto de la retroalimentación), sino al simple observador".
El alcance del aserto anterior en la Ciencia, si fuese reconocido como cierto, nos haría revisar toda la ciencia que conocemos (toda ella está basada en observadores "no afectados" porlo que observan -se entiende, en cuanto a "su función"-, es decir, idénticos unos a otros). A partir de ahora habrá que especificar a qué observador nos estamos refiriendo. Vuelvo a transcribir lo que se dice en mi primera obra anterior especificada. En la página 186, se escribe: "En los fenómenos estudiados hasta ahora en el ámbito de la Física (con la única excepción de la Cuántica), podrían considerarse todos los observadores equivalentes (plena objetividad), mas al entrar en los terrenos de la mente, la Religión, la Psicología, etc., con importante componente introspectiva, los observadores pasan a ser distintos entre sí, con lo que el fenómeno que aparece puede ser distinto a ojos de unos y otros. La irrupción en el terreno de la subjetividad provoca que la objetividad de la Ciencia se difumine. Desde este punto de vista, la misma evolución de los órdenes en la vida, se explicaría por la distnta información que pueden "reciclar" (manejar) los cerebros de las distintas especies u organismos vivos".
La mente o el espíritu (no queremos intencionadamente discutir su identificación o no) sólo actúa en la materia en tanto que lo permite la indeterminación en el tiempo y el espacio compatible con la Física Cuántica; como comentábamos en anteriores apartados, esa incertidumre hace posible la "libertad" del ser vivo capaz de establecer su conducta, libertad que dura ese pequeño tiempo que permite las relaciones de incentidumbre, pero que, al cabo del cual, define un resultado (dentro de los muchísimos posibles) o estructura del cerebro de dicho organismo. La "elección" o el resultado se traduce en el organismo en algún tipo de realización o acción ya determinista, paro casi al instante otro momento de incertidumbre permite la subsiguiente libertad mental, moduladora de una nueva acción.
La vida, pues, sería esa continuidad entre instantes deterministas e indeterministas que hace posible la libertad en las estructuras llamadas seres vivos. Espíritu sí, pero sometido a las leyes de la Física. Libertad sí, pero con una conducta muy mediatizada por las circunstancias. Espíritu continuamente enriquecido por la experiencia, pero experiencia no sólo de acción sino también de información. La información no sólo hace aumentar las conexiones sinápticas del cerebro, sino que el mismo espíritu que le alienta se enriquece a la par, haciendo que su naturaleza espiritual, cuyo mayor reflejo es esa libertad, cambie también de la misma forma; es decir, simplemente por un aumento de información.
La consecuencia es inmediata: a mayor cantidad de información, mayor capacidad de recepción. de percibir y de sentir el mundo.