jueves, septiembre 27, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (VI)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (VI)


Hemos partido de la configuración evolutiva del órgano complejo para indagar en el concepto de "improntas instintivas". En el citado ejemplo existe una especie de "retroacción" del tiempo; es como si el futuro influyese sobre su pasado. Sin embargo, el caso más general, aún cuando ambos se dan comúnmente en la naturaleza, es el de la "impronta instintiva" proveniente del pasado y que lógicamente queda reflejada en el código genético. Esta última parece mucho más evidente, mas si nos fijamos es tan extraordinaria (admirativamente, no por su rareza, pues es totalmente cotidiana) como la anterior. Y es que hablamos de la parte "subjetiva" del instinto, es decir, de la "emoción" del ser vivo cuando siente el estímulo o la tendencia instintiva. Volvemos a repetir que del hecho de que el instinto, más o menos fuerte, sea una "tendencia" y no una orden absoluta se sigue la existencia de una cierta libertad y de la emoción o "sentimiento" subsiguiente. Pues, esta emoción aparece en el ser viviente cuano "capta" la esencia de otro "ser" (el gen, el ser viviente predecesor, etc.). Las "improntas instintivas" pueden provenir de cualquier instante en el tiempo, pues al estar relacionadas con las esencias y ser estas transcurrentes (las de los seres vivos), se elevan por encima del tiempo, por lo que siempre están presentes, tan solo se requiere cierta compatibilidad entre las "estructuras" de las esencias del "emisor" y el "receptor".
Un hecho tan cotidiano, que se presenta en cualquier lugar de la naturaleza donde exista vida, sigue apareciendo ante nuestros ojos como algo misterioso aún; nos estamos refiriendo al instinto. La connotación subjetiva anterior es evidente, lo que de inmediato conduce a admitir la existencia de un "hálito" o "ánima" en la materia viva, algo de lo que huye continuamente el hombre de ciencia, no sin bastante razón histórica; el pavor que ello causa ha conducido a la construcción de distintas teorías de lo más rebuscadas, lo que ha ido creando paulativamente, y sin ser buscada, una cierta niebla en el asunto, haciendo artificialmente misterioso aquello que se presenta con una claridad pasmosa.
El hecho evidente de la vida obliga a admitir lo que desde el mismo Aristóteles se conoce: el ser vivo es una dualidad de materia y ánima; o mejor, la materia no sólo posee las propiedades definidas por la Física, sino que posee otro estado que depende de su complejidad (desde un cierto punto de vista que incluye un ordenamiento del mundo alrededor de sí misma), y que incluye, además, otras propiedades "no materiales", que en conjunto pueden denominarse "ánima" (su esencia). Y pasemos, de una vez, la página del idealismo: ni existe el materialismo, ni el idealismo, tan solo la vida a secas. La "esencia" de cualquier ser vivo está íntimamente "conectada" a multitud de otras esencias, entre ellas las de sus predecesores, pero, también, las de sus descendientes más o menos lejanos. La "impronta instintiva" de un descendiente lejano "influye" de algún modo en todo ser viviente, así, desde este punto de vista, es como si fuese, a su vez, el descendiente predecesor de sicho ser viviente. (Es una reedición de la paradoja del huevo y la gallina). De esta forma se cierra el círculo: yo soy padre de quienes, a su vez, han construido mi ser, con lo que de alguna forma son padres míos.
Teológicamente, lo anterior es trascendente. Las "improntas" del Ser Supremo, nacido al cabo de las eras como el logro más sublime de la evolución (hijo, por tanto, de todos los seres predecesores), "influye" continuamente en las circunstancias vitales de todos los seres predecesores suyo, guiando de alguna forma su propia aparición (creación). El Ser Supremo, desde esta visión, es "padre" de todos los seres vivientes pero, a su vez, es "hijo" de todos ellos. El cierre del círculo, si lo analizamos en profundidad, equivale a la "anulación" del tiempo, que requiere de esa "conexión" entre principio y fin, realizada por intermedio de todos los "seres" que han existido desde el Ser Supremo a todos los demás. Existe, pues, esta "conexión íntima" entre todos los seres que han existido y existirán..., y es que se han creado a la vez (unificación del tiempo, bajo la apariencia de un sólo instante), juntos, y sin que uno pueda existir sin los otros, pues forman parte de una cadena en la que todas las cuentas son necesarias. Ninguno de dichos seres podría vivir por sí, pues necesita de los demás. La existencia de uno sólo de ellos equivale, de inmediato, a la existencia de los otros, pero no como seres aparte, sin relación entre ellos, sino todo lo contrario: la interrelación entre ellos es "sustancial", y muy importante, podría decirse que es casi su mismo ser.

miércoles, septiembre 19, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (V)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (V)


Y es que el "mundo de cualidades" en cuanto a las "esencias" correspondientes a los seres vivos, en virtud de la evolución, del azar y la necesidad, no está preconcebido de antemano, es un mundo abierto hacia el futuro en el que tiene mucha influencia la casualidad. Como consecuencia, las "tendencias o instintos" que aparecen en todas las criaturas del Universo no están "escritos" con anterioridad en dicho Universo por una supuesta criatura superior, pues dependen muy mucho de lo que "ocurra" a lo largo de la evolución, es decir, de las criaturas que van apareciendo, y por tanto, éstas son verdaderamente las creadoras del mismo Universo, del mismo posible Dios... De alguna forma, son las "responsables" de su propio destino.
Ahora bien, recapacitando en profundidad sobre todo lo que acabamos de expresar, se cae en la cuenta que la posibilidad apuntada de los "nexos afectivos" en la constitución del órgano adolece de una serie de defectos que es necesario subsanar. El problema nace al considerar las líneas evolutivas "truncadas", pues al no aparecer conectados el efecto futuro (consecución del órgano) con el efecto precursor (al truncarse la evolución en esa línea), no hay continuidad de "nexos afectivos", aún cuando, lógicamente, los "sentimientos" o "instintos particulares" en líneas paralelas deberían ser idénticos, tanto en individuos pertenecientes a una línea truncada como en los de una línea de éxito. Evidentemente, el "sentimiento positivo" no sigue una cadena de "nexos afectivos". Hay, pues, que buscar otra posibilidad. Además, los "aciertos inmediatos" no tienen por qué ser precisos, se acercan o se alejan de un cierto modelo, pero no son únicos, existen varias posibilidades.
Lo más acertado que se nos ocurre es pensar que la consecución de un "logro" en el campo de las esencias debería conducir no sólo a la satisfacción (sentimiento positivo) en la criatura en la que se produce, sino que, también, ello debería originar una "perturbación" en el Universo. Pero, ¿en qué consistiría esta perturbación? La "perturbación" consistiría en una "impronta instintiva" creada en el "mundo de cualidades" que, como siempre, necesita del receptor adecuado para que se transforme en un estímulo o en una tendencia instintiva en dicho receptor. Esta "impronta" es captada por cada receptor de forma diferente, según su "complejidad organizativa sustancial". Algunas estructuras "reaccionarán" (sentirán) ante esta "impronta", otras no. Es necesaria una cierta "afinidad" entre las estructuras" o las "esencias" del receptor y la que ha producido dicha "impronta".
Estas "improntas instintivas" existen en el Universo siempre, si alguna vez a lo largo del tiempo fueron creadas.
En este momento, convendría aclarar, que lo que anteriormente expresamos acerca de los "nexos instintivos" sigue teniendo validez, excepto su contribución a la creación de los órganos futuros.
Resumiendo, existen dos clases de relaciones entre las diferentes "esencias" existentes en el Universo. Una, la que acabamos de citar de las "improntas instintivas" por la que cada "esencia" perturba todo el Universo al ser creada, de forma necesaria e imperativa para todas las demás, con las características anteriormente apuntadas. Y otra, la de los "nexos afectivos, que require de una atención por parte de receptor y emisor, y que es voluntaria (aparición de la libertad) para ambos. La primera tiene más que ver con los estímulos, con los instintos. La segunda va más unida al afecto y hasta al amor. La primera arrastra o rechaza, la segunda identifica, une.

viernes, septiembre 14, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (IV)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (IV)


Y volvamos a cambiar nuevamente de dirección.
La constitución de un órgano complejo, cual un ojo, o el mismo oído, conlleva una serie de problemáticas, como ya apuntábamos en el segundo capítulo de este mismo texto, el sentido del gen como responsable directo, unido al azar y la necesidad, da la resolución del tema. Ahora queremos ahondar más en la cuestión. Se expuso que el gen poseía una naturaleza que, como "clónico", podía extender su "influencia" en el tiempo y en el espacio, más ésto necesita de una aclaración. El gen puede "coadyuvar" a la "información intrínseca" que se transmite, cual de si una información del futuro se tratara, materializando, así, las vías de progreso convenientes y rechazando indirectamente las no convenientes. Pero, hay que decir que esta "influencia" se transmite sólo a través de la línea de evolución de adelante hacia atrás, pero nunca por vías transversales; y ello es así por la necesidad de la "continuidad" material. El proceso sería el siguiente. El sentimiento positivo (placentero) de la constitución del órgano (o cualquier otro logro), del cual son copartícipes los genes afectados de su código genético (inserto en el cuerpo de la criatura), deja su reflejo en la "esencia" del ente que representa la "via del órgano" montada a caballo de las vidas individuales de las diferentes criaturas que han ido "portando" las diferentes características del pre-órgano correspondiente. Este "poso" en dicha esencia, es el responsable de la "tendencia" instintiva que aparece en estas criaturas antecesoras y que conduce indirectamente a la consecución del órgano. La continuidad material de los genes representa el necesario "hilo material" entre el individuo del futuro portador real del órgano y el del pasado precursor del mismo.
Cabría la posibilidad de que el proceso descrito en líneas generales, fuese realmente el resultado de una cadena de "nexos afectivos" entre las esencias por un lado de la criatura portadora del órgano con las esencias propias corresponientes a cada gen interviniente (y existente en ese momento) en la consecución de dicho órgano, y estas últimas esencias con la esencia de la criatura inmediatamente anterior dotada del pre-órgano en la línea evolutiva, por otro; y continuando con estos "nexos afectivos", así concebidos, hasta la misma criatura anteriormente considerada.
Los "nexos afectivos" no se miden en tiempo (tampoco en espacio), así que su efecto, reflejado en las esencias, es transmisible a lo largo de tiempo y espacio. Consecuencia de ello es que la cadena de "nexos afectivos" hace posible que se produzca una "influencia" inmedita. Quiero decir, que la consecución de cualquier resultado en el "campo esencial" se transmite de inmediato a todo el espacio-tiempo. Así, en el caso de la génesis del órgano citada antes, el sentimiento positivo de su consecución es transformado inmediatamente en una tendencia o instinto transmitido a todas las criaturas anteriores en su línea evolutiva. Significa, asombrosamente, que la aparición de dicho órgano ha sido en gran parte (también, gracias al azar y la necesidad) consecuencia de un "instinto especial" (que aclararemos con posterioridad) que ha impregnado (en el pasado) a todas estas criaturas precursoras anteriores. Es como si el futuro hubiera influenciado en el pasado, haciendo posible ese futuro.
Metafísicamente, si la evolución en el futuro logra crear al Superhombre o al Ser Supremo, éste habrá estado influyendo en el pasado, desde los mismos orígenes del Universo, para que este último, en su evolución y bajo el "impulso" de dicho Ser, pueda hacerle real; es lo que he llamado el "parto" de Dios.

jueves, septiembre 06, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (III)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (III)


Entremos, ahora, en la ontología del ser.

En el segundo capítulo de este trabajo ("El parto de Dios"), describíamos lo que acontece en el interior de todo ser vivo, con el campo cuántico especial que domina el "presente" de cada uno de ellos y que en cierta forma se identifica con su campo mental. También, existía otro tipo de campo cuántico que engloba los distintos "presentes" produciendo el efecto de "transcurrencia", gracias al cual es posible "la mismidad" del ser, con lo que se explica su "unicidad", su esencia. LLegado a este punto, conviene acordarse de los cambios que produce "la estimulidad" en el ser. Sucede que acompañando a un estado del ser vivo, resultado de su configuración interna y de la recepción de ciertos componentes físicos externos (radiación, vibración sonora, etc.), aparece un sentimiento o una emoción específica que en muchas ocasiones lleva a la realización de una acción determinada o tan sólo la "captación" de una cierta cualidad o conjunto de cualidades del entorno que de esta forma se hacen "reales" en dicho ser (en la interpretación de Zubiri). Pero, ¿ esta cualidad o conjunto de cualidades incluyen también la "esencia" de otras criaturas vivas?... Antes de nada hay que recordar que la "esencia" existe, pero no se hace real nada más que en los "presentes" de los seres vivos (excepción hecha del hombre). Entonces, si esta "captación" se realiza a través de una transferencia material (radiación, etc.), la "realidad" imprescindible de la misma sólo es compatible, por lo anterior, con la "parte" de la esencia que corresponde a los "presentes". Así, pues, la posibilidad de "captación" de las "esencias" se reduce a una secuencia incompleta de partes inconexas que, solamente, pueden "intuir" la "esencia" de la criatura en cuestión. En el caso del hombre habría que ampliar la capacidad de captación hasta la "totalidad" de la esencia, ahora bien, hay que hacer hincapié en la necesidad de la "concentración" máxima, tanto de receptor como de emisor para la citada transferencia, cuestión ésta que supone una actitud positiva de ambos así como la presunción de la necesaria existencia de la "libertad" en los mismos.
¿Y qué significa todo esto? En primer lugar, la retroalimentación "vívica" que supone la "reflexión" en la criatura humana y que hace posible la intelección sentiente zubiriana es una condición básica en el emisor, y al mismo tiempo esa actitud del emisor es la que debe poseer el receptor, como si fuese una reflexión que, evidentemente, dirigida hacia sí mismo, no "capta" su propia esencia, sino la del emisor. Este nuevo "concepto reflexivo" es como el círculo que saliendo de sí mismo y volviendo de nuevo a sí mismo ("realidad" de la conciencia), pasase, además, a través de la esencia del emisor, lo que produce en el receptor la "captación" de la misma... Es una especie de relación conectiva íntima, que produce una "sublimación" de ambas esencias en los momentos en que esta "conexión" ("captación") se produce. El efecto que origina esta "captación" en el receptor, por la "sublimación" anterior trae como consecuencia una cierta "captación" de rebote en el emisor. El resultado es la "participación" en una misma "vivencia" de receptor y emisor, una suerte de "amalgama" entre ambos que dura lo que duran las condiciones necesarias para que se produzca, a saber, la actitud reflexiva libre tanto de emisor como de receptor "conectadas" por intermedio de un cierto agente (transmisor), ciertamente real. El poso común de esta experiencia, "sublimación", es lo que podríamos definir como un nexo afectivo, ¿un acto de amor, quizás?... Sin embargo, en todo nexo afectivo no hay sublimación. Por ejemplo, en el caso general de la "captación" de cualquier "esencia" animal. Este nexo afectivo sólo existe entre seres vivos ("esencias transcurrentes"), no en la "captación" de las simples cualidades ("estimulidad"). Y sólo existe este nexo afectivo entre los seres vivos por ser "esencias" reales, aunque sólo sea en sus "presentes". (La cualidad existe pero no es real por sí). Muchas veces la "captación" de un ser vivo pasa a ser, simplemente, la que corresponde a la "estimulidad". (Por ejemplo, la recepción de la imagen del mismo). Ahora bien, el nexo afectivo necesita de una cierta actitud por parte del receptor como del emisor. Para el emisor (por supuesto, también para el receptor) esto supone una cierta "conciencia" (un darse cuenta) de esta relación; lo que sólo es posible para esencias "reales" (la que existe en los "presentes"). Por todo ello, como hemos dicho con anterioridad, el nexo afectivo sólo se produce entre seres vivos.
Pero, ¿en qué consiste este darse cuenta?
Diríamos que no es una intelección, es, más bien, una "aprehensión" de esta relación. Ello crea en ambos, receptor y emisión, un lugar común, el nexo o unión, de forma que se da la conmutatividad de ambos, el receptor pasa a ser el emisor, y al revés, aunque, verdaderamente lo que sucede es que el "nexo" pasa a ser por sí un componente más, a partir del momento que ocurre, de ambos. Los nexos afectivos, pues, se configuran como la argamasa del Universo, por lo que significan como lugares comunes (pertenecientes a distintos entes a la vez), sinónimos de la unión perfecta. Así, podemos imaginar que la conexión entre las esencias "completas" humanas y las de los seres vivos en general, tal vez, se realizan por medio de estos nexos afectivos. Y no sólo en ese ámbito, la conexión entre las esencia humanas y la del Ser Superior debería ser de la misma índole.