viernes, enero 25, 2008

La importancia del presente en la autocreación del ser.

La importancia del presente en la autocreación del ser.

En primer lugar, estrictamente, el presente no parece existir, puesto que su simple definición requiere un tiempo (no es un simple instante de duración cero, como podría suponerse desde un punto de vista físico), ya que, incluso al pronunciar PRESENTE, como tiene tres sílabas, si estamos vocalizando la sílaba SEN, la sílaba PRE ya ha pasado y la TE, aún es futuro. Hay, pues, una incapacidad de origen al precisar qué es ese presente.
Y es que el presente es un concepto algo vago que se intuye en relación con "el actuar", con la acción (Fichte). Todo ello es consecuenia de la clara relación que existe entre lo que llamamos en jerga televisiva "el directo" y ese presente o "marco" donde "se puede" actuar. La característica propia del presente es "el vivo" (también palabra televisiva), aquello que se está "realizando" en ese momento, o sea, "una acción en un marco determinado". (Y digo en un "marco", porque ese marco está configurado tanto por un momento, como por un espacio concreto, por ejemplo, me viene a la cabeza el hecho de que lo que sucede en una estrella inaccesible -lejanía en el espacio, o lugar diferente al del desarrollo de la acción- nos es del todo indiferente, a efectos prácticos, para nuestro presente actual). Luego el presente es ese "tiempo" caracterizado por el "desarrollo" de la acción. Si no existiera acción el presente dejaría de tener una importancia singular, sería, simplemente, una secuencia dentro de una "historia", de forma que ni siquiera nos hubiera hecho falta elaborar dicha palabra.
Hay una observación relevante al caso, y es lo que acontece cuando el realizador de cualquier programa televisivo, singularmente, "introduce" en nuestro presente lo que estamos llamando "el directo" de lo que está sucediendo en otros lugares. Con ello, nuestra realidad se ve alterada, no sólo por eso que está aconteciendo en esos lugares, y que podemos prejuzgar como la simple realidad, sino por el criterio de ese realizador. El resultado es la alteración de nuestra realidad por la modificación de nuestro presente. Vemos, pues, que los modernos medios de comunicación, en especial la televisión con su fantástica potencia audiovisual, crean nuevos "presentes", nuevas realidades que no son más que nuevos mundos. (Como resultado, aquello que antes no contaba en nuestro presente por su lejanía, ahora sí cuenta, pero tamizado por la visión del realizador; se configura, pues, una nueva realidad distinta a la que teníamos antes -nuestro propio presente-, y a la que tienen los habitantes de los distintos escenarios donde se ddesarrolla la acción).
Dada la universalidad de todos estos modernos medios de comunicación, la realidad que vislumbramos cada uno de los seres que poblamos este planeta, va siendo más y más uniforme, en cierto modo nos va "uniendo" en una red mundial (parecida a la Noosfera del filósofo Teilhard de Chardin). Se atisba, pues, al final, una especie de criatura "montada" sobre estos medios (dominadora de los mismos) capaz, suficientemente sofisticada, de controlar todo nuestro ámbito, toda nuestra Tierra. Es fácil imaginar, entonces, un Ser, un Superhombre, heredero de todos nosotros, ante el cual, quizás, sólo seamos una pieza del pasado, una célula en su organismo, o en su "Cuerpo". Dicho Ser guardaría en su memoria hasta los sentimientos más íntimos vividos por nosotros mismos.
La acción, el presente, la realidad... gracias a ellos se crea nuestra naturaleza. La esencia subjetiva de nuestra naturaleza va "llenándose" de esta realidad por intermedio del presente. La universalidad antedicha va transformándose en la "unicidad" posterior del Cuerpo Místico de la Criatura Suprema.

miércoles, enero 16, 2008

ONTOLOGÍA DEL SER ( y III)

ONTOLOGÍA DEL SER ( y III)
El hombre, por ejemplo, no es el individuo al que creemos solitario, definido por un "yo", sino que es un conjunto o infinidad de criaturas (células, órganos, subsistemas, etc.) íntimamente interconectadas de una forma sumamente compleja, que poseen diferentes niveles evolutivos (fijémonos en su filogénesis y la existencia de sus diversos tipos de cerebros: reptiliano, de mamífero, etc.). La "mismidad" del "yo" que lo representa "único" es simplemente el nivel evolutivo superior del inmenso conjunto de seres que constituyen ese hombre. Así que a la circunstancia personal o propia de cada ser que constituye ese conjunto (una célula, por ejemplo), se le circunscribe un "destino" del conjunto que tiene que ver con la historia del ser "hombre" en cuestión. Este ser "hombre" no sería nada sin el concurso de cada una de esas pequeñas criaturas que lo habitan. Su sino o destino está íntimamente unido al sino o destino de cada uno de los seres que lo componen, de formas diferentes y distintas, pero no indiferentes. De algún modo, las esencias de cada uno de dichos seres están conectadas a la esencia del hombre. Esta última, pues, en todo momento, será la "tarjeta" de presentación de las anteriores.
El hombre es más que el conjunto de todas esas "criaturas" que lo constituyen, pero es casi lo mismo. Sin ellas no sería lo que es. Cada una de dichas criaturas necesita ese mismo hombre, es más, se alimenta de él, pues su existencia sólo tiene sentido como constituyente del mismo. Todo lo que precisan está en dicho hombre. ¡Criatura y hombre se necesitan mutuamente!... A donde vayan unos, deben ir los otros; si no ninguno iría a ningún lado. El "ser" hombre es, pues, la catapulta que necesitan los seres que lo habitan para su "elevación" al sitio donde vaya el mismo hombre. (Aquí estamos expresando una hipótesis totalmente contraria a la teoría cristiana de la separación a la muerte de cuerpo y alma, pues si la "esencia" alma aparece en otro "mundo", también las "esencias" de los demás seres que componen ese cuerpo volverán a aparecer juntas en ese otro "mundo"). Y si esto es así en cuanto al ser hombre, de igual forma acontecerá con el Ser Supremo. Por el "cierre del círculo", el Cuerpo del Ser Supremo somos todas las criaturas que hemos existido y que estamos en "íntima relación" con dicho Ser Supremo. Al finalizar el tiempo (fuera del tiempo), todos los seres (las esencias) estaremos en el mismo "lugar" que dicho Ser Supremo como el Cuerpo suyo. La fase del dominio del tiempo, pues, es simplemente, la de la creación del mismo Ser Supremo (con todas sus criaturas): es la del "parto" de Dios.

sábado, enero 12, 2008

ONTOLOGÍA DEL SER (II)

ONTOLOGÍA DEL SER (II)


Hemos partido de la configuración evolutiva del órgano complejo para indagar el concepto de "improntas instintivas". En el citado ejemplo existe una especie de "retroacción" del tiempo; es como si el futuro influyese sobre su pasado. Sin embargo, el caso más general, aún cuando ambos se dan comúnmente en la naturaleza, es el de la "impronta instintiva" proveniente del pasado y que lógicamente queda reflejada en el código genético. Esta última parece mucho más evidente, mas si nos fijamos es tan extraordinaria (admirativamente, no por su rareza, pues es totalmente cotidiana) como la anterior. Y es que hablamos de la parte "subjetiva" del instinto, es decir, de la "emoción" del ser vivo cuando siente el estímulo o la tendencia instintiva. Volvemos a repetir que del hecho de que el instinto, más o menos fuerte, sea una "tendencia" y no una orden absoluta se sigue la existencia de una cierta libertad y de la emoción o "sentimiento" subsiguiente. Pues, esta emoción aparece en el ser viviente cuando "capta" la esencia de otro "ser" (el gen, el ser viviente predecesor, etc.). Las "improntas instintivas" pueden provenir de cualquier instante del tiempo, pues al estar relaciondas con las esencias y ser estas transcurrentes (las de los seres vivos), se elevan por encima del tiempo, por lo que siempre están presentes, tan solo se requiere cierta compatibilidad entre las "estructuras" de las esencias del "emisor" y el "receptor".

Un hecho tan cotidiano, que se presenta en cualquier lugar de la naturaleza donde exista vida, sigue apareciendo ante nuestros ojos como algo misterioso aún; nos estamos refiriendo al instinto. La connotación subjetiva anterior es evidente, lo que de inmediato conduce a admitir la existencia de un "halito" o "ánima" en la materia viva, algo de lo que huye continuamente el hombre de ciencia, no sin bastante razón histórica; el pavor que ello causa ha conducido a la construcción de distintas teorías de lo más rebuscadas, lo que ha ido creando paulatinamente, y sin ser buscada, una cierta niebla en el asunto, haciendo artificialmente misterioso aquello que se presenta con una claridad pasmosa.

El hecho evidente de la vida obliga a admitir lo que desde el mismo Aristóteles se conoce: el ser vivo es una dualidad de materia y ánima; o mejor, la materia no sólo posee las propiedades definidas por la Física, sino que posee otro estado que depende de su complejidad (desde un cierto punto de vista que incluye un ordenamiento del mundo alrededor de sí misma), y que incluye, además, otras propiedades "no materiales", que en conjunto pueden denominarse "ánima" (su esencia). Y pasemos, de una vez, la página del idealismo: ni existe el materialismo, ni el idealismo, tan solo la vida a secas. La "esencia" de cualquier ser vivo está íntimamente "conectada" a multitud de otras esencias, entre ellas las de sus predecesores, pero, también, las de sus descendientes más o menos lejanos. La "impronta instintiva" de un descendiente lejano "influye" de algún modo en todo ser viviente, así, desde este punto de vista, es como si fuese, a su vez, el descendiente predecesor de dicho ser viviente (es un reedición de la paradoja del huevo y la gallina). De esta forma se cierra el círculo: yo soy padre de quienes, a su vez, han construido mi ser, con lo que de alguna forma son padres míos.

Teológicamente lo anterior es trascendente. Las "improntas" del Ser Supremo, nacido al cabo de las eras como el logro más sublime de la evolución (hijo, por tanto, de todos los seres predecesores), "influye" continuamente en las circunstancias vitales de todos los seres predecesores suyos, guiando de alguna forma su propia aparición (creación). El Ser Supremo, desde esta visión, es "padre" de todos los seres vivientes pero, a su vez, es "hijo" de todos ellos. El cierre del círculo, si lo analizamos en profundidad, equivale a la "anulación" del tiempo, que requiere de esa "conexión" entre principio y fin, realizada por intermedio de todos los "seres" que han existido desde el Ser Supremo a todos los demás. Existe, pues, una "conexión íntima" entre todos los seres que han existido y existirán... y es que se han creado a la vez (unificación del tiempo, bajo la apariencia de un sólo instante), juntos, y sin que uno pueda existir sin los otros, pues forman parte de una cadena en la que todas las cuentas son necesarias. Ninguno de dichos seres podría vivir por sí, pues necesita de los demás. La existencia de uno solo de ellos equivale, de inmediato, a la existencia de los otros, pero no como seres aparte, sin relación entre ellos, sino todo lo contrario: la interelación entre ellos es "sustancial", y muy importante, podría decirse que es casi su mismo ser.

martes, enero 08, 2008

ONTOLOGÍA DEL SER (I)

ONTOLOGÍA DEL SER (I)


El "mundo de cualidades" citado en escritos anteriores, particularizado en las esencias de los seres vivos, en virtud de la Evolución, que encierra en sí misma el azar y la necesidad, no está preconcebido de antemano; es un mundo abierto hacia el futuro, marcado singularmente por la casualidad. Como consecuencia, las "tendencias o instintos" que aparecen en las criaturas del universo no están "escritos" con anterioridad en dicho universo por una supuesta Criatura Superior, puesto que dependen de lo que "ocurra" (azar) a lo largo de la Evolución; es decir, de las criaturas que van apareciendo, con lo que éstas son las verdaderas creadoras del mismo universo, de esa supuesta Criatura Superior... ¡De alguna forma, son "responsables de su propio destino"!
La consecuencia de un "logro" en el campo de las esencias debería conducir no sólo a la sensación agradable (sentimiento positivo) en la criatura o criaturas en las que se produce, sino que, también, ello debería originar una "perturbación" en el universo. Pero, ¿en qué consistiría esa perturbación? Consistiría en una "impronta instintiva" creada en el mundo de cualidades" que, como siempre, necesitaría del receptor adecuado para transformarse en un estímulo o tendencia instintiva en dicho receptor. Esta "impronta" es "captada" por cada receptor de forma diferente, según su "complejidad organizativa sustancial". Algunas estructuras "reaccionarán (sentirán) ante esta "impronta", otras no. (Algo normal dentro de ese "mundo de cualidades" y estímulos). Es necesaria una cierta "afinidad" entre las "estructuras" o las "esencias" del receptor y la/las que han producido dicha "impronta".
Y estas "improntas instintivas" están o existen en el universo siempre, si es que alguna vez a lo largo del tiempo fueron creadas (o se crearán).

miércoles, enero 02, 2008

EL GEN Y LA REALIDAD (y VI)

EL GEN Y LA REALIDAD (y VI)


La cualidad al no ser real no existe para sí misma. En general, para el ser vivo su esencia sólo es real en el presente; si su "presente" corresponde al instante de su muerte, su desintegración material (desorganización que incapacita al ser para "sentir", en particular su esencia), en este "presente" deja de ser real: su esencia es incapaz de superar su muerte.. En la criatura humana existe la realidad de la esencia (por la aparición de la conciencia) en toda su plenitud en cada uno de sus "presentes". A la realidad del presente animal se superpone la realidad de toda su esencia completa, definida a lo largo de todo su pasado, presente y futuro, es decir, la realidad transtemporal; eso hace que aún en el instante final (óbito) exista la realidad de la esencia humana, con lo que puede superar el tiempo, apareciendo una nueva dimensión: la eternidad.
En otras palabras, animales y hombres, en general los seres vivos, poseen la realidad del presente esencial (quizás pudiera asimilarse esta realidad al llamado campo mental), pero el hombre al "sentir" su esencia plena (inteligencia sentiente) hace realidad en su instante presente su entera esencia, en una especie de retroalimentación vital que la hace por entero realidad, superándose en todo momento la realidad del presente. De esta forma, aún en el momento del óbito se supera el antedicho "campo mental", conservándose la realidad de la esencia humana; es lo que llamamos la "trascendencia" del espíritu humano.
Según ésto, ¿el universo sería el marco en el que las esencias podrían hacerse reales?
El "sentimiento" de las cualidades por un ser va abriendo éstas a la realidad, desvaneciéndose las mismas en dicho ser, incrementando éste, así, su propia esencia, sin que dichas cualidades tengan realidad por sí mismas (o para sí mismas).
El sentimiento de la propia esencia se hace real en el ser, existiendo "quien" se hace cargo de esta realidad (lo que no cumple la cualidad).
La esencia del ser vivo no es una "cualidad" cualquiera, es una "cualidad transtemporal" que posee la particularidad de la temporalidad. Esto significa que la realidad de la esencia de cada presente está proyectada también en el pasado y en el futuro, y aún cuando, en el caso general, no pueda superar el tiempo, sí posee en sí el germen del tiempo, del movimiento, que no se agota en su propio presente. Ello hace posible la "unicidad" del ser vivo, gracias al "acoplo" de cada uno de los "presentes" entre sí, a través de la memoria de los pasados y los futuros que cada uno encierra.
La esencia de cada ser vivo puede ser "captada" por otro ser. (¿Esta captación puede suponer el incremento de la esencia de este último?... Si es así, la incorporación del agregado debería poseer el carácter de integridad como consecuencia de la unicidad anteriormente apuntada).