martes, marzo 11, 2008

UN ESPÍRITU SIN LÍMITES

UN ESPÍRITU SIN LÍMITES


Toda clase de "agrupamiento social" necesita de la religión para la acotación del "aparentemente ilimitado" poder espiritual de la mente humana, sin lo cual se nos antoja que cualquier tipo de "estructura social", orden o gobierno serían imposibles de mantener.
Si el hombre no se "limitara" a sí mismo, la labor que cumple sobradamente la religión -desde el punto de vista del diálogo del hombre "consigo mismo"-, no habría "fuerza" capaz de "controlar" el "desbordamiento" del espíritu humano. Todo poder político (exterior al individuo) precisa, pues, de forma ineludible del poder religioso (interior) para desarrollar su acción... Y cualquier tipo de sociedad precisa, de una forma u otra, dichos extremos. Es el efecto del formidable poder de la "libertad" del "espíritu" o la mente humana.
Ciertamente, como todo comportamiento animal, lo anterior tiene su correlato en todas las especies, lo que es indicio del "campo mental" que posee toda criatura viva... Sería el mismo papel, salvando las diferencias de matiz, que aparece en etología animal con las "jerarquías" observadas en las distintas especies.
El desarrollo evolutivo (mental), al alcanzar un concepto como el de "eternidad", es quien prefija la formidable expansión de la mente humana, y esa libertad en expansivo crecimiento hacia un horizonte sin límites.
Todo lo anterior es una prueba irrefutable de la "potencia del espíritu humano", y nos desvela al mismo tiempo una pequeña muestra o indicio de su verdadera constitución interna.
Una vez establecida la existencia de esa verdadera "autolimitación" del espíritu humano, habría que preguntarse si la misma no estaría relacionada profunda o significativamente con el fenómeno del hipnotismo, generalizando, la sugestión (autosugestión)... Y es que esa autolimitación actúa como se supone ejerce su acción el súper yo (en su aparente superioridad o imposición sobre el propio yo). Por consiguiente, ese súper yo no sería impuesto desde fuera (del sujeto), sería el "yo" quien lo creara (inconscientemente, desde luego) sin que fuese plenamente consciente de ello. La consecuencia es que la mente humana es capaz de crear "algo" que a continuación la supera, supeditándose (en multitud de ocasiones) al mismo. ¿Dimanaría de aquí el fenómeno religiososo y el mismo concepto de Dios?... Si así fuese, imaginémonos el poder, el efecto multiplicador ejercido sobre el espíritu humano, si "dicha creación anterior" (el súper yo) revirtiese nuevamente en el "yo" (el genuino espíritu del hombre)... Lo que es lo mismo, aquel dios "superior" (al hombre) aparece como lo que es: la Creación, la descendencia, el heredero del mismo hombre... No habría más dios que el mismo hombre; él sería su dios... ¡La asimilación de tal idea es una catapulta hacia un horizonte sin límites!
Y entonces, ¿qué limitación podría "sujetar" cualquier tipo de "ordenamiento humano"?... Pues, únicamente el convencimiento anterior, el acatamiento a ese Ser Superior emanado del espíritu humano, que no es más que la sublimación, la "materialización" de esos anhelos y aspiraciones humanas que emanan de lo más hondo de sus corazones (la meta mística que subyace en todas y cada una de las religiones), y no el "sometimiento a cualquier poder celestial" externo que no tenga sus raíces única y exclusivamente en ese espíritu prístino, inefable, inmutable, sin forma e intemporal, que anida en lo más profundo de la condición humana.
¡El Dios todopoderoso Padre acotaba el papel del hombre, si no tenía un destino de sometimiento casi servil a Él!... El pequeño dios heredero del hombre, catapulta a este último hacia un horizonte sin límites, acercándole e identificándole con el idealizado primer concepto anterior.